9.7.14

Diario de un Educador de Calle: dos vidas opuestas

En memoria de Javier y Gerardo, en su vigésimo cumpleaños:

Una noche fría de invierno vieron la luz dos pequeños: Javier y Gerardo.

imagen educadores de calle
De por cierto sus vidas, empezadas en el mismo instante, tomaron rumbos diferentes. Podrían haber sido amigos, haber ido a la misma escuela, pero las condiciones económicas y sociales que les rodearon fueron bien distintas. Javier y Gerardo, pertenecientes a familias opuestas, los hicieron diametralmente distintos.

Javier nació arropado por sus padres, funcionarios locales, dispusieron de seguridad económica. Fue un niño amado.

Gerardo no dispuso nunca de unos padres. Su madre siempre de una casa a otra, limpiando y cuidando de otros niños por unas pocas monedas. Su padre, sólo de nombre, ya hacía muchos años que les había dejado.

Javier dispuso de todo el amor y cariño que un niño merece. Fue un niño alegre y sociable.

Gerardo, de padres ausentes, careció de cualquier clase de afecto. Se convirtió en un niño cabizbajo y de mirada perdida.

A Javier no se le cumplieron todos sus caprichos, ni se consintieron sus rabietas, se fomento en él la autonomía y el ser dueño de su propia vida. Javier supo hacerse cargo de sí mismo asumiendo las consecuencias de sus actos..

Gerardo no tuvo nadie que respondiese a sus rabietas. Su madre, una buena mujer sin mucha cultura, creyó que la mejor manera de compensar el poco tiempo con su hijo, era claudicando ante todos sus caprichos, dándole dentro de sus posibilidades, todo lo que deseaba. Nunca pudo ocuparse el tiempo suficiente de él como para enseñarle a administrar el poco dinero que le iba dando, ni le enseñó a valerse por sí mismo. En definitiva, sin una madre presente creció sin ningún tipo de norma y con el convencimiento de que el mundo se lo debía todo.

Javier recibió una buena educación y contó con muchos recursos para ocupar su tiempo libre.

Gerardo, triste y enfadado por no poder contar con su madre, desde los primeros años dio tumbos del aula a dirección escolar. Dejó de asistir a clase algunas mañanas y, finalmente sin más, abandonó la escuela, a pesar de las muchas lágrimas que derramó su madre. Sin embargo, sus profesores respiraron de alivio.

Ahora Javier, técnico especialista en electricidad goza de un empleo fijo. La vida le sonríe.

Ahora Gerardo, de cultura callejera, toxicómano y delincuente, trata de sobrevivir en un mundo que le es ajeno, que poco tiene que ver con él. Hace unos meses ha conocido, por fin, a un adulto amigo, Pedro, Educador de Calle. La esperanza ha llegado a la vida de Gerardo y va a comenzar un tratamiento de desintoxicación. Hoy, a Gerardo, por fin, le sonríe a la vida y tratará de romper cadenas y abrirse a nuevos horizontes.





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